capitulo 85

La habitación del hotel estaba en penumbra. La cortina semiabierta dejaba pasar una franja de luz de la calle, que se reflejaba en la mesa donde descansaban dos botellas de agua y un par de camisetas dobladas. Lautaro estaba sentado en la cama, con las manos entrelazadas y los codos sobre las rodillas. No había ruido, salvo el leve zumbido del aire acondicionado.

Su mente viajaba más rápido que cualquier pelota que hubiera corrido en su vida. Pensaba en todo lo que había pasado para llegar hasta ahí: los golpes, las traiciones, los días en que no había tenido ni para comer… pero también en lo que había logrado: jugar al fútbol nuevamente, ganarse el respeto de sus compañeros, reencontrarse con su hermano.

Miró de reojo hacia la otra cama. Tiago estaba despierto, recostado contra la cabecera, con la mirada fija en el techo. No hablaban, pero el silencio no era incómodo. Era un silencio lleno de recuerdos.

—¿Te acordás cuando jugábamos en la calle y decías que ibas a ser goleador? —preg
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