ALFA RHYDAN
Había olido a Zarina desde la primera pista. Un rastro sutil, mezclado con el perfume caro que tanto me desagradaba. Su aroma me llevó por las calles atestadas hasta la boutique más exclusiva del mercado. No era sitio para mí, ni para nadie de mi gente, pero la venganza no entiende de lugares; solo de pasos que acercan.
Entré sin anunciarme. El aire interior olía a terciopelo y a incienso, a riqueza mal disimulada. Miré los estantes con desprecio hasta que vi el reflejo de su pelo oscuro entre los maniquíes. Se movía con esa seguridad que siempre me había molestado. La seguí sin aparente prisa, pero cada latido era una cuenta regresiva.
La puerta de los probadores estaba entreabierta. Empujé sin miramientos.
—Zarina. —mi voz fue un filo dentro del pequeño cubículo.
Se volvió despacio, una media sonrisa, como si yo fuera una brisa molesta. Sus ojos brillaron con desprecio y triunfo.
—Rhydan. Qué sorpresa. ¿Te has perdido?
No deseé frases suaves ni juegos. Di un paso y la em