Zúrich amaneció con un cielo despejado y un frío amable, como si incluso el clima supiera que hoy era un día especial.
Valeria se ajustó su ropa y revisó por última vez el pequeño salón decorado en tonos pastel que la Dra. Morel le había cedido para la ocasión. Globos en forma de corazón flotaban cerca del techo, una guirnalda con letras doradas colgaba entre las ventanas: “Clara cumple 3”. No era un evento rimbombante, pero sí lo suficiente para que una niña se sintiera querida, segura y celebrada.
Y Clara lo estaba.
—Doctora Ríos… —dijo la enfermera asomándose con una sonrisa—. Hay una tropa en la entrada preguntando por usted. Bueno, más bien gritando. En varios tonos.
Valeria sonrió de lado, ese tipo de sonrisa que solo le salía cuando sabía exactamente de quién se trataba.
—Déjalos pasar antes de que Emily intente escalar por una ventana.
Un minuto después, la puerta se abrió con un estruendo teatral.
—¡¿Dónde está mi ahijada suiza y su madre postiza favorita?! —anunció Emily con