El sobre manila seguía intacto sobre el escritorio de Valeria desde que regresó del estacionamiento. No por falta de valor, sino porque… necesitaba estar sola. Realmente sola.
Lo abrió al amanecer, cuando el silencio del hospital aún era sagrado y Clara dormía bajo observación, recuperándose de la cirugía.
En su interior encontró lo impensable: informes clínicos con membrete de la Fundación McNeil, detallando pruebas experimentales en niños con condiciones cardíacas raras. Pero no era eso lo que la paralizó.
Era el nombre.
Clara Moretti McNeil.
Valeria se quedó inmóvil. Su corazón se aceleró, golpeando su pecho como un tambor de guerra.
¿McNeil?
Volvió a revisar. No era un error. Un documento confidencial, con fecha de nacimiento y datos biométricos, confirmaba la sospecha: la madre de Clara, no solo era parte de la familia… sino que Clara había sido marcada como “candidata tipo I” desde antes de nacer.
—Dios mío…
Otra hoja más: la firma de aceptación del programa… con fecha semanas a