—Tenemos que hablar —dijo Thiago, abriendo la puerta de la oficina sin golpear.
Valeria levantó la vista al mismo tiempo, con un sobre abierto entre sus dedos enguantados y la expresión tan fría como un bisturí recién esterilizado.
—Perfecto, porque yo también tengo algo que decirte —replicó, cruzando la mirada con él.
Thiago cerró la puerta detrás de sí. Se veían distintos. Él, con las sienes tensas y los labios apretados como si no supiera por dónde empezar. Ella, aún en su bata blanca encima de su uniforme, con la tensión contenida vibrando bajo la superficie de su piel.
—Tú primero —dijo Valeria, dejando el sobre sobre la mesa como si no ardiera con las verdades que acababa de leer.
Thiago sacó su móvil del bolsillo interior de su chaqueta y, sin decir palabra, le mostró la pantalla. Una serie de fotos desfilaron frente a Valeria: Luciana abrazando a un hombre en el estacionamiento subterráneo del hospital, hablando con él en actitud nerviosa… y entregándole un sobre parecido al q