Valeria seguía recordando el mensaje de voz que apareció en su móvil ayer como una grieta silenciosa en una noche ya tensa:
Doctora Ríos… usted no me conoce, pero tengo información sobre la Fundación McNeil y su relación con las cirugías experimentales. Si quiere hablar, venga sola. Mañana. Nivel -2 del estacionamiento. Medianoche.
Valeria lo escucho tres veces. No tenía firma. No tenía adjuntos. Solo esa frase y una ubicación tan cliché como alarmante.
—Perfecto —murmuró con sarcasmo, bloqueando el móvil—. ¿Qué sigue? ¿Una nota escrita con letras recortadas de revista?
Estaba en su oficina, luego de haber estado un rato con Clara, con la puerta cerrada y los focos tenues. Las horas de cirugía, los entrenamientos de su equipo, y el peso constante de los sabotajes la tenían con la tensión al límite. Pero ese mensaje… era diferente.
No era una amenaza. Era una pista.
Y una advertencia.
Comenzó a recordar como comenzó su mañana, eran las tres de la mañana y no podía dormir. Tenía los arc