Por la noche, en casa, la familia se reunió en el jardín conmemorando la vida y muerte de la abuelita fallecida.
—¡Que viva la abuela Livia! —gritaron todos al unísono, levantando sus copas de jugo y vino.
Reik miró al cielo, con lágrimas contenidas.
—Gracias, abuela… por darnos tanto amor.
—¡Y por dejarme la casa con el atico grande! —añadió Nicolás, recibiendo un codazo de Reik mientras todos reían.
Mientras tanto, Ivanna, desde un cerro cercano, miraba la casa iluminada con luces de colores y escuchaba las risas de los gemelos, las gemelas y los padres desde su moto.
—Disfruten mientras puedan… —susurró con odio frío en su pecho—. Muy pronto, llorarán como mi madre lloró.
Pero lo que Ivanna no sabía…
Es que en ese hogar, incluso el dolor se volvía amor.
Y que el destino no siempre cumple los planes de los vengadores.
Durante la semanal, el campus estaba lleno de colores.
Banderines de bienvenida durante todo el mes, estudiantes cargando mochilas enormes y el aroma a café recién hec