El tiempo fue pasando, y aquella noche cálida en medio del frío invierno quedó grabada en la memoria de los tres. Una noche donde las risas se mezclaron con susurros, y el amor se volvió más fuerte que cualquier secreto.
El embarazo continuó entre mimos, cuidados y complicidades. Reik se encargaba de que no le faltara nada en casa, preparando comidas suaves, revisando cada detalle del cuarto de los bebés. Nicolás, por su parte, la consentía con masajes en los pies, largas charlas al atardecer y canciones improvisadas para calmarla cuando los nervios aparecían.
Ella, aunque con la panza cada vez más grande, se sentía en el centro de un universo único: dos alfas que se turnaban para hacerla sonreír, para recordarle a cada instante que no estaba sola, que era amada, deseada, respetada.
Las noches seguían siendo de ellos, a veces tranquilas, abrazados los tres frente al fuego, y otras llenas de pasión contenida, en las que intentaban no hacer ruido pero terminaban riendo al descubrir que e