Ella subió, cerró la puerta con un golpe seco, encendió el motor y arrancó.
Nathan y Nielsen apenas reaccionaron, corrieron hacia su moto.
—¡¡Ivanna!! —gritó Nathan, sin lograr que ella se detuviera.
Nielsen encendió la moto y Nathan se subió detrás. Comenzaron la persecución por la carretera helada, mientras la nieve comenzaba a caer con furia.
Ivanna solo quería escapar.
Del amor.
De la ternura.
De los ojos sinceros de esos dos alfas que la trataban como lo más sagrado.
Ella no podía… no debía amarlos.
“Mi madre los llamó letales… monstruos… ¿Cómo pueden ser todo lo contrario? ¿Y si ella estaba equivocada… o si yo lo estoy?”
—¡Ivanna hablemos!
—¡Detente es peligroso!
—¡No quiero dejenme sola!
Las lágrimas le nublaban la vista. La camioneta patinó ligeramente, y ella soltó un grito, pisando el freno, pero era tarde.
El vehículo se deslizó hacia el borde del risco. La nieve lo había hecho resbalar hasta quedar con medio cuerpo colgando del abismo.
El estres fue denso… solo se escuchab