Los pequeños Dante y Mario observaban a su padre con mucha seriedad, mientras que Daniel se descolocó por completo al escuchar las palabras de su hijo, al tiempo que Mari empezó a temblar con el nudo en la garganta.
— Dante, hijo… ¿Estás bien? — Preguntó Mari, al notar que su hijo temblaba.
— Yo te vi, papá… Te vi cuando fuiste a casa y le gritaste a mi mamá… — Contó el pequeño sin dejar de mirar fijamente a Daniel con rabia. — Fue mi tío David quien la defendió…
— No puede ser… — Musitó Mari llevándose la mano a la boca, sorprendida, ella no sabía que los niños habían visto esa escena, no se había dado cuenta.
— Pensé que ya eras bueno, pensé que habías vuelto para ser una familia… Pero sigues siendo malo con mi mamá…
— Dante… — Mari se arrodilló junto a su hijo. — ¿Qué dices hijo?
— Antes papá te gritaba, yo lo escuché mamá y volvió a hacerlo… Eso está mal, mamá… — Gimió el niño volteando hacia Mari, intentando contener el nudo en la garganta y con los ojos cristalinos, inte