El silencio en la sala duró apenas un segundo, el tiempo justo para que Mari tragara saliva y sintiera el corazón golpearle el pecho.
Dante y Mario estaban frente a ella, con los ojos muy abiertos, asustados y respirando rápido, después de todo, aun con sus errores, se trataba de su padre.
Mari pasó una mano por el cabello de cada uno, tomándose un par de segundos para controlar el temblor de sus propias manos y los miró directo.
— Escúchenme… — Soltó Mari con voz baja y suave, pero firme. — Su papá cometió errores, sí, pero también intentó arreglarlos… En este momento él está en el hospital porque se lastimó tratando de ayudarnos.
— ¿Entonces no es un criminal? — Dante arrugó el entrecejo, parecía dudar.
Mari sintió una punzada en el pecho, el estrés, la culpa, el cansancio, todo mezclado y ahora tenía que darles esta dura realidad a sus hijos, sin embargo, ella mantuvo la calma.
— No… — Respondió Mari con solemnidad. — No es un criminal, su padre es alguien que tomó decisiones