Mari salió de la habitación de los niños después de arroparlos, darles un beso suave en la frente y apagar la luz, ambos dormían profundamente, agotados por el día de diversión familiar, hacía mucho tiempo que los pequeños no compartían así, entre juegos y risas con su mamá.
Cuando cerró la puerta, David ya la estaba esperando en el pasillo, recostado suavemente en la pared, con los brazos cruzados y la expresión tranquila.
— ¿Se durmieron? — Preguntó David con voz baja.
— Sí… — Mari asintió. — Más rápido de lo que pensé.
— ¿Y tú? — Preguntó David, notando el peso sobre los hombros de Mari. — ¿Estás bien?
— Cansada. — Admitió con una pequeña sonrisa.
David la tomó de la mano y la acompañó hacia la habitación, ella se cambió, se puso una camiseta amplia y un pantalón cómodo, se recogió el cabello en una coleta alta y se miró de reojo en el espejo, suspirando pesadamente.
David la observaba con detalle desde la cama, él llevaba un pantalón de algodón oscuro y una camiseta gris, d