— Bueno, yo… — David tragó grueso. — Cuando éramos jóvenes y estábamos en la universidad, yo… Siempre te observaba, siempre deseaba estar cerca de ti… Luego nos hicimos amigos y me sentía tan feliz, pero después…
David recordó aquella conversación que escuchó entre Mari y su padre, cuando Máximo le advertía a su hija que tuviera cuidado con los aprovechados por su apellido y su estatus.
— Yo… Nunca me atreví a decírtelo… Siempre me sentí algo atrapado por mi timidez… Tú eres tan hermosa, inteligente, fuerte, tan perfecta que… Yo sentía que no era lo suficiente para ti… — David se detuvo, mirándola con una intensidad que la dejó sin aliento.
— David, eso no es…
— No creas que pensaba darme por vencido… — David sonrió suavemente. — Quizás sentía que no era suficiente para ti, pero estaba seguro de que podía convertirme en el hombre de tu vida, pensaba luchar, pensaba trabajar muy duro, esforzarme para llegar a una décima de tu nivel y merecerte aunque sea un poco… Pero entonces apa