Fue entonces cuando la puerta de la casa se abrió una vez más y salió Soleil, con uno de sus diminutos vestidos ajustados y sus tacones de aguja, caminando con cuidado como si ya tuviera un embarazo avanzado.
— David, cariño… ¿Ya subiste las maletas? — Voceo Soleil como si de verdad ella y David tuvieran algo.
De nuevo, los celos y la rabia abrumaron a Mari, quien con solo ver a esa mujer, todo le hervía por dentro.
David terminó de subir las maletas a su auto y los niños volvieron con sus padres.
— ¡Muchas gracias por todo, cuñados! — Gritó Soleil en la distancia, Mari la ignoró.
— ¡Qué tengan un buen viaje! — Contestó Daniel contento y satisfecho.
Él lo había logrado, había separado definitivamente a Mari de su hermano, ahora, solo tenía que recuperarla, recuperar su amor, cosa que, para él, no le costaría nada.
— Entonces, ¿Nos vamos? — Daniel estiró su mano hacia Mari, pero ella no respondió.
Mari seguía dolida al pensar que David estaba por irse con otra mujer que no q