— No, no, no… — Una tras otra, Mari tomaba desesperada cada una de las fotos en sus manos, pasándolas, revisándolas. — Esto no es cierto… Esto no es cierto, Daniel, está… Esta no soy yo… Yo nunca haría algo así… Yo nunca te haría esto…
— ¡¿Cómo te atreves?! ¡Eres tú! Eso fue el día de la fiesta gerencial del año pasado, ¿No? Se puede notar por las pocas fotos en las que apareces con ropa, ese es el vestido que usabas… Y es obvio que no soy yo quien te complace, ¿No? ¡Es David, mi propio hermano! Él siempre usa esa ropa informal y a duras penas se afeita la barba…
— No… — Gimió Mari, con la voz temblorosa, al tiempo que hacía un puchero.
— Ese día, tú subiste a la habitación del hotel, temprano, con la excusa de que te dolía la cabeza, y David, él se fue poco después que tú… — Contó Daniel, ofuscado.
— Daniel, yo… — Mari se levantó del suelo, temblorosa, aun con las fotos en la mano. — Yo no sé qué sucedió en esa fiesta o que fue lo que hizo David después, pero te juro que yo no…
— ¡Ya basta de mentir! ¡Deja de inventar estupideces cuánto tienes las malditas pruebas en las manos…! — Gruñó Daniel, cuando su voz fue acallada por el desesperado grito de Mari.
— ¡Qué yo no te estoy mintiendo! ¡Ni te estoy engañando…!
¡PLAF!
Las fotos que Mari tenía en las manos, una vez más salieron por los aires, cayendo en el piso.
Mari se quedó fría, mientras se sostenía la ardiente mejilla, pues su amado esposo, la había abofeteado.
— Eres una descarada, Mari, ¿Cómo te atreves a gritarme cuando eres tú, la que me has fallado? — Gruñó Daniel, señalando a Mari con rabia.
Pero ella seguía en el mismo lugar, tiesa e incapaz de responder, algo dentro de Mari se había apagado.
— No… No puedo ni verte, tú… Tu sola presencia me encabrona… — Daniel comenzó a caminar por la habitación, mesándose los cabellos con desespero. — Me voy de esta m****a y no me esperes… Porque no pienso quedarme en la misma habitación que una puta infiel…
La puerta de la entrada sonó con un estridente golpe, Mari apenas se sobresaltó, aún seguía sosteniéndose la mejilla que le quemaba, al tiempo que, de sus ojos, se derramaban lágrimas.
Sí, le dolía el rostro, le dolía la garganta, pero más le dolía el corazón.
Ella nunca, jamás en la vida, pensó o se imaginó que Daniel, su esposo, el hombre que juró amarla y protegerla, alguna vez le pondría una mano encima para lastimarla.
Esa noche, al dormir, Mari no pudo pegar un ojo y en la madrugada, ella escuchó los golpes y las trastabilladas que dio Daniel, cuando volvió a casa, completamente ebrio.
— ¡Mari! ¡Eres una zorra! ¡Me engañaste! ¡Mari! ¡Mentirosa! ¡Te acostaste con mi hermano! ¡Puta! — Comenzó a vocear Daniel, en la puerta de la habitación.
Él pateaba la puerta e intentaba abrirla, mientras que Mari, se mantenía recostada sobre el otro lado de la puerta, agachada, llorando, dando gracias al cielo porque se le había ocurrido trancar con llave.
— No te preocupes Mari, todo esto solo es un malentendido y Daniel, solo está enojado, pero cuando vea su error, cuando se le pase la rabia, hablaremos serenamente y todo quedará en el pasado… No te preocupes, Mari, mañana él se disculpará y todo estará bien… — Se dijo a sí misma, hasta que el ruido comenzó a cesar.
Y al fin, estando más tranquila, Mari se acurrucó entre las sabanas de su enorme y vacía cama, al tiempo que las lágrimas caían por inercia, mientras que Daniel, finalmente, se marchó hacia una de las habitaciones de invitados.
…
Tres meses después.
…
— ¡Mari! ¡¿Cómo has estado?!
En medio del grupo de gente, David, el hermano gemelo de Daniel, se abrió paso para saludar a Mari con un beso en la mejilla y una enorme sonrisa.
— Oh, David… — Musitó Mari, retrocediendo automáticamente, intentando mantener distancia. — Estoy… Estoy bien, gracias…
David la observó por un instante, no era normal que Mari hablara con timidez y que lo esquivara, como si sintiera vergüenza, además, a pesar del maquillaje, era evidente las enormes ojeras que su cuñada traía y su aspecto pálido.
— ¿Estás segura? Mari… ¿Todo está bien? — Insistió David, hablando por lo bajo.
David no lo había notado, pero las personas alrededor de ellos, comenzaron a mirarlos.
— ¡Oh, pero qué sorpresa! — Se escuchó un grito que, de inmediato, sobresaltó a Mari, David se volteó al reconocer la voz de su hermano, Daniel. — ¡David, mi hermano, está aquí!
— Por supuesto, todos los años vengo, ¿Cuál es la sorpresa? — Preguntó David, extrañado.
— Así que esperas la fiesta gerencial de cada año para venir a encontrarte con mi esposa… — Gruñó Daniel, mientras su cuerpo se bamboleaba ligeramente, de un lado para el otro.
Los murmullos de las personas a su alrededor se hicieron más fuertes, Mari miró alrededor y notó como algunas personas la señalaban.
— ¡Daniel, basta! — Voceo Mari, intentando mostrarse solemne, aunque en su garganta ya comenzaba a formarse un nudo.
— ¿Basta? No me digas… — Daniel comenzó a hablar con un toque de ironía. — Seguramente te irás en este momento, hecha la indignada, para que luego David corra tras de ti, como un héroe y así, puedan tener un momento a solas… Como buenos amigos que son…
Los murmuros alrededor se hicieron todavía más fuertes, David miro a las personas que los señalaban y se reían y luego notó, como Mari intentaba desesperadamente contener las lágrimas.
— Oye, ¡¿Qué crees que estás haciendo…?! — Murmuró David, arrugando el entrecejo, acercándose a Daniel.
Y entonces David sintió el fuerte olor a alcohol que provenía de su hermano, lo que le hizo darse cuenta, de que Daniel, estaba completamente ebrio.
Un momento después, unos tacones comenzaron a resonar, David se volteó y vio como Mari salía de la habitación corriendo, ¿Por qué ella corría? ¿Por qué su hermano se estaba comportando como un imbécil? ¿Qué era lo que estaba sucediendo?
Pero antes de que David pudiera decir algo, sintió como Daniel lo sostuvo con fuerza por la camisa, apretándolo y acercándose con un tono amenazante.
— Ni se te ocurra ir tras ella… — Susurró Daniel en el rostro de David, golpeándolo con su desagradable aliento a licor. — Ya se les acabó el jueguito y no voy a permitir que me sigan viendo la cara de imbécil y vayan a revolcarse.
— ¿Qué? — David empujó a Daniel para soltarse de su agarre, sintiéndose completamente confundido.
— Los descubrí… — Murmuró Daniel. — Ya sé de tu aventura con Mari.