Las dos caras del amor. Entre mi esposo y su hermano gemelo
Las dos caras del amor. Entre mi esposo y su hermano gemelo
Por: Nieves G.D.
Capítulo 1 — Mi sueño

Era un día hermoso, la luz del sol resplandecía por todo lo alto, los pájaros se escuchaban cantar afuera y Mari giraba una vez más frente al espejo, para ver su sueño hecho realidad.

Con un hermoso vestido de novia con corte de princesa, encajes, muchos brillos y una larguísima falda, Mari estaba preparada para su boda, al tiempo que Isabela, su madre, la observaba a unos pasos, absolutamente conmovida.

La puerta de la habitación sonó, Isabela fue a abrir y se encontró con su marido, Máximo, quien había llegado junto al padre de Megan, la otra novia.

— Ya todo está listo, es hora de iniciar. — Anunció Máximo.

Mari salió de la habitación para tomar el brazo de su padre y más adelante, frente a ellos, ya estaba Megan junto a su padre, también vestida de blanco, caminando hacia la entrada de la iglesia, pues era una boda doble en la que el hermano mayor de Mari, Albert, también se casaba.

— Mari… ¿Estás bien? — Murmuró Máximo, sosteniendo la mano de su hija, quien se aferraba con cada vez más fuerza de su brazo.

— Sí, yo… — Mari resopló. — Sí, estoy bien…

Máximo la observó con cuidado por un instante, su hija temblaba y se veía pálida, claro, ella estaba nerviosa, pero…

— Mari, si no estás segura… — Comenzó a murmurar Máximo, al tiempo que Megan y su padre ya entraban en la iglesia.

— Estoy bien, estoy bien… — Comenzó a repetir Mari, más como una consigna, que como si realmente lo sintiera.

— Quizás deberías esperar un poco más y darte un tiempo, a mí no me importa suspender tu ceremonia, Albert igual se casará, luego, cuando estés más segura, te haremos una fiesta más grande, hija… Estás muy nerviosa, ustedes no llevan mucho tiempo juntos, quizás si lo conocieras mejor… — Insistió Máximo al ver que su hija ya comenzaba a respirar algo entrecortado.

Las puertas de la iglesia se abrieron una vez más para darle paso a la siguiente novia, ella.

A lo lejos, Albert ya recibía a Megan a un lado de la iglesia, mientras que al otro lado, Mari vio a Daniel, sonriente, esperándola.

Y con solo esa mirada, todo el miedo desapareció.

— Estoy bien, papá… — Asintió Mari con más seguridad. — Solo estoy algo nerviosa, pero no dudo de lo que siento, yo amo a Daniel con todo mi corazón y quiero pasar el resto de mi vida a su lado…

Al ver la decisión en los ojos de su hija, Máximo asintió algo más aliviado y juntos, bajo la música de la marcha nupcial, comenzaron a recorrer el pasillo hasta llegar a dónde estaba el novio esperándolos.

— Más te vale que cuides de nuestra princesa, o te juro que… — Susurró Máximo al tiempo que entregaba las manos de su hija al novio.

— ¡Papá! — Se quejó Mari por lo bajo, acallando a Máximo.

— Tranquila, Mari… — Intervino Daniel con una tenue sonrisa. — No se preocupe señor Collins, le juró que siempre la amaré y la protegeré.

La ceremonia y la fiesta fueron maravillosas, y la corta, pero merecida luna de miel, fue un ensueño.

— ¿Lista? — Preguntó Isabela cubriendo los ojos de Mari con las manos.

— Si… — Asintió Mari y su madre quitó las manos de sus ojos. — ¡No puede ser!

Frente a ellos, se erguía una imponente y enorme mansión que estaba ubicada junto a un lago, un lugar que solían visitar la familia Collins Sinclair durante las vacaciones y que Mari amaba, pues allí se encontraban los más dulces recuerdos de su infancia.

— Tu padre y yo, sabemos cuánto amas este lugar, por eso decidimos que este sería el mejor regalo por su matrimonio, para que disfruten con sus futuros hijos y hagan nuevos maravillosos recuerdos… — Explicó Isabela, sonriente, al ver la cara de incredulidad y absoluta felicidad de su amada hija.

— Claro, tendrán que usar un apartamento en la ciudad por el trabajo, pero este sitio les servirá para fines de semana y vacaciones… — Agregó Máximo.

— No… — Lo interrumpió Mari, con convicción. — Viviremos aquí y aquí criaremos a nuestros hijos…

— Pero está algo lejos de la ciudad, ¿No crees? — Comentó Isabela, extrañada.

— No importa, mi sueño siempre fue tener una gran familia, con una enorme casa y muchos hijos, quiero vivir aquí y dedicarme por completo a mi nuevo hogar, quiero quedarme en casa cuidándolos… — Explicó Mari. Isabela y Máximo se miraron, confundidos. — No se preocupen, Daniel me ayudará con las empresas, él se hará cargo, ya lo hablamos…

— Mari, pero… Amas tu trabajo… — Comentó Isabela, tan extrañada como confundida.

— Sí, pero mi verdadero sueño es cuidar de mi familia, así como tú lo has hecho, mamá…. — Replicó Mari.

— Mari, tu madre no dejó de trabajar por cuidar de la familia, ella siempre mantuvo un equilibrio… — Alegó Máximo.

— Lo sé, pero yo si quiero dedicarme de lleno a mi hogar y a mis hijos, y mi esposo está de acuerdo y me apoya, así que… Daniel se hará cargo de las empresas… — Insistió Mari, completamente ilusionada. — Espero que eso no les moleste, ¿Verdad? — Agregó al notar la expresión contrariada de sus padres.

— No se preocupe señor Collins, ustedes saben que ya he venido trabajando con Mari desde hace algún tiempo en las empresas y sé cómo manejarlas, además, debe saber que las decisiones importantes siempre las tomaré junto con Mari, tal como lo hacen en su familia… — Explicó Daniel al notar la repentina tensión de sus suegros.

— Está bien, podemos probar como va, siempre que a Mari le haga feliz… — Asintió Máximo.

Cinco años después…

— Señora, ya todo está sobre la mesa… — Dulce, la nana de los niños, se acercó a Mari, quien le entregó el pequeño bebé que cargaba.

— Muy bien, solo falta este pan… — Mari abrió el horno de la cocina y sacó un pan recién horneado. — ¿Crees que me quedó bien, Dulce? — Preguntó al tiempo que lo acomodaba en una bandeja y comenzó a rebanarlo, la mujer asintió con cariño.

— Mami, tengo hambre… — Gimió el pequeño Dante, a los pies de Mari.

— Tranquilo, ya vamos a comer, cariño. — Le respondió Mari con dulzura a su hijo.

Cuando se escuchó un ruido afuera de la casa y al asomarse por la ventana, Mari ve el auto de su esposo que se está estacionando.

— ¿Lo ves? Ya llegó tu padre, hoy… Cenaremos en familia… — Asintió Mari esbozando una enorme sonrisa.

Mari le entregó el pan rebanado a una joven del servicio para que terminara de acomodar la mesa en el comedor y luego, cargó un rato a Dante mientras esperaban que Daniel terminara de llegar, sin embargo, había pasado un buen rato y su esposo todavía no entraba en la casa.

— Qué raro, ¿Por qué se demorará tanto? — Murmuró Mari, extrañada, bajando a Dante de su regazo. — Dulce, por favor lleva a los niños al comedor, voy a ver qué pasa con Daniel…

— Sí, señora… — Asintió la mujer, tomando a Dante por su manita para llevárselo, al tiempo que cargaba en brazos al pequeño Mario.

Mari caminó hacia la puerta de la entrada, pues por la ventana, ella había visto a Daniel detenerse allí, en el solar, pero ¿Por qué él seguía afuera y no entraba en la casa?

Ella se acercó para abrir la puerta de la entrada, cuando repentinamente se escuchó un crujido y la puerta se abrió de golpe, provocando un sobresalto en Mari, pues la enorme y antigua puerta de madera maciza, casi la golpeaba.

Y Mari no tuvo ni tiempo ni de procesar el susto por la puerta, cuando sintió un fuerte apretón en su garganta, una mano la había agarrado por el cuello, ahorcándola y al levantar el rostro, confundida, Mari se dio cuenta de que se trataba de su esposo, Daniel.

— ¿Cómo pudiste…? ¿Cómo pudiste engañarme? — Gruñó Daniel con una expresión contorsionada entre la rabia y el dolor.

— Da… Daniel… Suel… Tame… — Balbuceó Mari, intentando desesperadamente sostener la mano de él en su cuello, para quitarla.

— ¿Qué es esto? ¡¿Qué es esto, Mari?! ¡Dime!

Con la mano que le quedaba libre, Daniel levantó unos papeles, para ponerlos en la cara de Mari, eran fotos.

Sin embargo, Mari no las pudo ver bien, ni siquiera se concentró en mirarlas realmente, pues lo más importante para ella, era soltarse de su agarre y recuperar su respiración.

— Me… Lástimas… No puedo… Respirar… — Insistió Mari, cerrando los ojos con fuerza al tiempo que una lágrima se le escapaba, al sentir él agarre de su esposo cada vez más fuerte.

— ¿Mami? — Se escuchó la voz de Dante y unos pasitos que se acercaban.

De inmediato, Daniel soltó a Mari de golpe, tirándola, ella cayó sentada al pie de las escaleras, tosiendo desesperadamente.

— ¡Mami! — El pequeño Dante, al ver a su madre en el piso, corrió hacia ella, asustado, abrazándola. — ¡Mami! ¡¿Qué pasó?! ¡Mami, levántate!

— Tranquilo cariño… No es nada… Solo tropecé y me caí… — Intentó calmarlo Mari al verlo desesperado y con los ojitos cristalizados, al tiempo que ella se sostenía el adolorido cuello.

Dulce se asomó, todavía con el pequeño Mario en los brazos, la mujer miró a Daniel con cierta sospecha, mientras que él seguía serio, parado en el mismo lugar.

— Dulce… Lleva a los niños… A su habitación… — Ordenó Mari, la mujer se tensó y no se movió, como si no quisiera obedecer.

— Pero, mami… — Se quejó Dante, aun sosteniendo a su madre.

— Hijo, hazme caso, ve con Dulce y tu hermanito a jugar en su habitación, de inmediato… — Insistió Mari viendo al niño a los ojos, con una expresión seria. — Yo les avisaré cuando sea la hora de cenar, ¿sí?

— Vamos, Dante… — Dulce tomó la mano del pequeño, quien empezó a hacer puchero cuando la mujer se los llevó, escaleras arriba.

Apenas la puerta de la habitación sonó en el piso de arriba, cuando Mari sintió unos suaves latigazos sobre su pecho y rostro, al bajar la vista vio las fotos regadas alrededor de ella por el suelo, Daniel se las había lanzado.

Mari tomó una de las fotos entre sus manos, sosteniéndola y detallándola con incredulidad.

— Eres una zorra, Mari… Me engañaste… ¡Tú me engañaste con mi propio hermano…! — Escupió Daniel con una expresión llena de repulsión.

Mientras que Mari, comenzó a revisar cada foto desesperadamente, confundida, en todas las fotos estaba ella junto con David, el hermano gemelo de su esposo y cada foto era más comprometedora que la anterior.

Abrazos, besos, prendas de ropa faltantes e incluso había algunas fotos en las que aparecía Mari desnuda acostada en una cama junto a David, ¿Cómo era eso posible?

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