Capítulo treinta y dos 32

A la mañana siguiente, Lena se despertó con el sonido del teléfono móvil. Quería seguir durmiendo, pero la noche anterior, cada vez que cerraba los ojos, los malos recuerdos de su pasado con Bruno inundaban su mente. Esa mañana tuvo que tomar una pastilla para dormir, y así logró conciliar el sueño. Mientras abría los ojos lentamente, estiró la mano hacia la mesita de noche y tomó el teléfono para protestar. Al mirar la pantalla, vio que la llamada provenía de un número desconocido. Con cierta amargura, contestó.

—Hola, ¿Quién es?

—Buenas tardes, señorita Alara. Soy el asistente del señor Donato. Llamaba para concretar una cena con él; quiere hablar con usted de negocios. —La voz al otro lado del teléfono, era firme y profesional.

Lena frunció el ceño, sorprendida y un poco desconcertada. ¿Cómo habría conseguido ese hombre su número? No dudaba que tendría sus malas mañas para lograrlo. Con cautela, preguntó:

—Hola, buenas tardes. ¿Quién le dio mi número de teléfono?

Hubo una breve pau
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