Capítulo ochenta 80

Gema se despertó con pereza y se estiró en la cama. Abrazó la almohada y, al inhalar un aroma a limón amielado, abrió los ojos de repente. Se incorporó de un salto, allí se dio cuenta de que no estaba en su propia cama. Miró a su alrededor, desconcertada, y entonces notó que solo estaba en ropa interior.

—Dios mío, ¿qué hice anoche? —Masajeó lentamente sus sienes, tratando de aliviar la punzada de dolor de cabeza que comenzaba a perturbarla. Luego examinó rápidamente su cuerpo. Al no ver, ni sentir nada extraño, exhaló aliviada—. Gracias a Dios… no me profanó ese degenerado arrogante.

Ella salió de la cama. Caminó por la habitación buscando su ropa, pero no la encontró por ninguna parte. Trató de recordar lo ocurrido, pero solo le venía a la mente la imagen de su pelea con Pavel cuando se había subido a su carro.

—Esta debe ser su habitación —murmuró, y se sonrojó al imaginar que él le hubiera quitado la ropa. El corazón le latía con fuerza, casi de pura vergüenza.

Se acercó a un arma
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