Emmanuel
Me asomé por el balcón y volví a ver a Rubí con el muchacho ese. Una maldita acidez se instaló en mi estómago. Con un puto genio en la cúspide llegué a la sala de profesores, saqué de la máquina dispensadora una botella con agua. Estaba a punto de ir por esa niña… ¿Para qué?
Desde esa noche no había vuelto a pasar nada, luego lo ocurrido con Gabriela, la amenaza, y ahora los preparativos de la boda de mi hermana, su embarazo. Tiempo no había tenido para mandarle un mensaje. «Tienes miedo». Bebí toda la botella. Sí, cada noche me llenaba de excusas o trabajo para no mandarle un mensaje.
—Profesor, Villalobos.
—Profesora, Buitrago.
—Profesores. —La profesora nueva se sentó en su puesto—. Yo soy nueva en la facultad de medicina. Pero ¿quería saber si la alumna Leal habló con ustedes para pedir una prórroga para entregar los trabajos de esta semana?
—Sí. —Dijo una.
—Sí. —Contestó otro.
—Ella es la mejor del tercer semestre. Le dije que no había problema, pero el trabajo para el v