Rubí.
Era el momento de nuestra boda, la marcha nupcial se escuchó, los pajecitos que fueron muchos ingresaron; Althaia, Oriana, Ivett fueron escoltadas por Emiliano y Manuel. En el interior de la iglesia esperaban nuestros futuros esposos; el mío se casaría por segunda vez. Mi padre me brindó su brazo para ingresar; iba a ser la primera por estar casada.
Luego ingresará Eugenia con José Eduardo, quien debe salir corriendo para entregar a María Paula de últimas, de tercera lo hará Gabriela al lado de Carlos y de cuarta Angélica. Fue un cuento para organizar el turno. Hasta rifa se hizo y luego nuestras madres nos ayudaron y, como ellas sugirieron, nosotras aceptamos.
Ingresamos, con solo la familia y amigos allegados de todo el lugar estaba repleto. Mi Morenazo sonrió al verme; este tiempo de casados había sido gratificante. Acoplándonos, por momentos, con ganas de darte un par de cocotazos, otras veces siento que desea ponerme un pedazo de cinta adhesiva en la boca.
Pero lo mejor de