Kendall sintió el sudor resbalar por su frente, una señal traicionera de lo que realmente sentía. Sabía que tendría que viajar con Ethan, era inevitable, pero no pensaba que fuera tan pronto... y mucho menos después de lo ocurrido en el ascensor.
Todavía podía sentir el peso de su mirada, el calor de sus manos, el sabor de una cercanía que no debió existir o por lo menos no ahora. Sus mejillas ardieron al recordarlo, justo frente a su padre, y se obligó a respirar hondo para mantener la compostura.
—¿Estás bien, hija? —preguntó él con curiosidad al notar su silencio.
Kendall forzó una sonrisa.
—Claro, solo estoy sorprendida. Pero... lista.
Aunque en el fondo sabía que no lo estaba.
—Papá, es muy pronto... ¿Dónde se supone que me voy a quedar? —preguntó, intentando que su voz sonara natural, aunque lo que buscaba era tiempo.
—Querida, todo está arreglado. Ethan se encargó de cada detalle —respondió con una sonrisa segura, como si no existiera nada de qué preocuparse.
Ken