Ella se levantó de la mesa sin decir una sola palabra. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos lo decían todo. Caminó con pasos firmes fuera del comedor, dejando tras de sí una tensión que parecía cortarse con un cuchillo.
Ethan no se sintió derrotado. Al contrario. Sabía que sus palabras no se habían perdido en el aire. Habían calado profundo en ella, y eso… lo fascinaba. Le encantaba verla luchar contra lo que sentía. Era una guerra silenciosa. Y él ya había lanzado la primera bomba.
Kendall llegó a su habitación, cerró la puerta y le puso seguro. Se apoyó contra ella por unos segundos, respirando hondo, como si necesitara arrancarse de la piel lo que acababa de escuchar. Caminó de un lado a otro, con el corazón aún acelerado, sus pensamientos revoloteando sin orden.
Pasados unos minutos, se obligó a tomar el control. Entró al baño y se dio una ducha larga, como si el agua pudiera limpiar la confusión de su mente. Al salir, se secó el cabello de forma rápida, se puso una camiset