Kendall volvió sobre sus pasos hasta donde estaba la secretaria. Sus labios se curvaron en una sonrisa suave, medida, la clase de sonrisa que se usa cuando se busca algo sin levantar sospechas.
La secretaria la miró con cautela. Su cuerpo estaba recto, sus ojos analizaban a Kendall como si intentara descifrar sus verdaderas intenciones.
—Necesito un favor tuyo —dijo Kendall con una voz serena, casi melódica.
—La ayudaré en lo que esté en mis manos, señorita —respondió la secretaria, aunque su tono dejaba claro que no sería tan fácil.
—¿Con quién está el señor Hallmer?
La chica dudó por un segundo.
—No puedo dar esa información.
—¿Sabes que también soy tu jefa? —dijo Kendall con calma, pero con firmeza.
No esperó respuesta. Se inclinó ligeramente hacia el escritorio de la secretaria, sus dedos moviéndose con seguridad entre los documentos. La joven observaba en silencio, sorprendida, pero sin atreverse a intervenir.
Kendall encontró lo que buscaba: un registro digital