Hospital ABC, Toluca - UCIN. Esa misma tarde.
Luca Bellini no se había movido de la silla fuera de la nursería de cristal en horas. Había asumido la guardia, sus ojos fijos en la incubadora donde su nieto luchaba por cada respiración. Su teléfono vibró. Era Ricardo. —Emilio llegó bien al hospital. Está con su hermano. ¿Cómo... cómo va todo por allá? —Estable —dijo Luca, su voz ronca—. Sigue luchando. —Bien. Lombardi e Ivanka siguen en Valle, ¿verdad? Mis hombres están listos para... —No —lo interrumpió Luca—. Lombardi está aquí.
Hubo un silencio al otro lado. —Vino hace una hora —explicó Luca—. Solo. Deshecho. Quería ver al bebé.
Justo en ese momento, Federico Lombardi salió de la UCIN, su rostro pálido y sus ojos rojos. Se acercó a Luca, que seguía al teléfono. —Luca, dile a Ricardo que necesito hablar con él. Sobre Ivanka. Luca miró a Lombardi. —Ricardo, te pongo en altavoz. Lombardi quiere hablar.
—¿Ricardo? —la voz de Lombardi era un susurro roto—. Ivanka... ella... ha revelado su