86. karma instantáneo

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El edificio abandonado olía a óxido, polvo y descomposición. Las ventanas estaban rotas y el viento silbaba entre las paredes resquebrajadas, como si incluso el lugar presintiera lo que estaba por ocurrir.

Efraín apenas podía mantenerse en pie. La droga comenzaba a desvanecerse, pero el golpe seco que uno de los escoltas le había dado minutos antes le impedía enfocar bien. Lo arrastraron hasta el centro del lugar, donde la luz de una lámpara colgante oscilaba sobre su cabeza con un parpadeo irritante.

—¿Qué es esto? —alcanzó a decir con la voz pastosa, tropezando al intentar moverse.

Uno de los hombres de Nathaniel lo empujó contra una silla desvencijada. Otro les escupió a los pies.

—Esto es justicia de primera —gruñó el primero.

—Es como un karma instantáneo por meterte con una mujer que ya tiene dueño…

—Corrige eso, con cualquier mujer que debas drogar.

—Y tú pensaste que era una buena idea, ¿eh? —añadió otro, sacando un cigarro mientras reía con sarcasmo—. Drogar a la mujer de
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