85. Toalla al suelo
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Llegaron al tren fantasma jadeando. Nathaniel se metió sin esperar turno, empujando las cortinas negras. Lo recorrió con linterna en mano junto a dos escoltas. No había nadie.
—¡Leo! ¡Hijo! —gritó una vez más, con la voz quebrada.
Pero entonces, desde una esquina del decorado espeluznante, se escuchó un sollozo.
—¿Papá?
Nathaniel giró bruscamente, con el corazón en la garganta.
—¡Leo! —corrió hasta él, agachándose.
El niño estaba acurrucado tras un ataúd falso, abrazando su mochila.
—Me perdí… no podía salir… y me dio miedo —lloriqueó Leo, aferrándose al cuello de su padre.
—Ya pasó, mi amor. Estoy aquí. Te tengo —dijo Nate, cerrando los ojos, abrazándolo con fuerza—. Nunca más te apartes de nosotros, ¿sí?
Jazmín llegó segundos después, y al verlos se le nublaron los ojos. Cayó de rodillas junto a ellos, abrazándolos a los dos.
—Gracias a Dios… —susurró—. Mi bebé.
Unos minutos después, Nathaniel lo alzaba en brazos mientras la seguridad desactivaba el protocolo. Los altavoces anunc