La anciana del Consejo dio un paso dentro de la habitación con el ceño fruncido y la mirada escudriñadora. El ambiente cargado de angustia, los sanadores murmurando entre sí, y el pálido rostro de Freya envuelto en lágrimas crearon el escenario perfecto para el golpe final.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —demandó con voz áspera, dejando que el peso de su autoridad llenara el cuarto.
Uno de los sanadores se acercó con prisa y bajó la voz, pero no lo suficiente como para que los demás no escucharan:
—Mi señora… todo indica que la futura Luna está a punto de perder al cachorro. Es una amenaza de aborto grave. Estamos haciendo lo posible para estabilizarla.
Los ojos de la anciana se abrieron como platos. Sus pupilas se dilataron con la mezcla de indignación y alarma. Su voz, temblorosa por la furia, se alzó con dureza:
—¿El heredero del Alfa está en peligro… y nadie me había informado? ¿Dónde está Dante? ¿Cómo es posible que no esté aquí protegiendo lo que por ley le corresponde?
Astrid dio