No podía quedarme al margen mientras en nuestro territorio se libraba una feroz batalla. Enzo me había pedido encontrar un lugar seguro, pero yo solo quería estar con ellos, junto a él, y demostrar por fin todo lo que había aprendido.
Subí rápidamente a una de las terrazas del Castillo de la Manada de las Sombras, desde donde se podía ver claramente cómo los guerreros de élite peleaban con intensidad para defender su territorio. Enzo lideraba la batalla con determinación.
—¡Mantengan la formación! —gritó Enzo, mientras blandía su espada con fuerza—. ¡No dejen que nos rodeen!
—¡Sí! —respondió Marco—. ¡Estamos cubriendo los flancos!
Leo luchaba con habilidad y precisión. —¡Cuidado, Enzo! —gritó—. ¡Detrás de ti!
Enzo se dio la vuelta justo a tiempo para enfrentar al licántropo que se acercaba. —¡Gracias! —dijo, mientras asestaba un golpe mortal al enemigo.
La batalla se intensificaba por momentos, con los licántropos enemigos lanzando oleadas de ataques cada vez más feroces. Pero los gue