Regresamos al castillo después de haber disfrutado de un momento a solas en el bosque. Necesitaba darme un buen baño de agua fría para aplacar las hormonas que estaban haciendo de las suyas. Cada vez me costaba más trabajo estar cerca de Madeleine y no poder dejarme llevar por los deseos que me consumían.
Cruzamos los portones y me acerqué a ella, rodeándola con mis brazos.
—No tienes idea de cuánto te extrañé. Cada vez me cuesta más trabajo estar separado de ti —le dije con la respiración entrecortada, acercando mi rostro al suyo mientras sentía su aroma envolverme.
—Yo también te eché mucho de menos, cariño. Te busco más tarde para que me cuentes los detalles del viaje —respondió con una sonrisa dulce, acariciando suavemente mi mejilla con la yema de sus dedos.
—De acuerdo, mi amor. Sólo resuelvo unos pendientes y te busco para que comamos juntos —asentí, tratando de no dejar que mis labios volvieran a buscar los suyos con tanta urgencia.
Nos despedimos con un beso en los labios que