Me retiré en el momento justo en que la tensión entre nosotros se volvía insoportable. No lo hice por prudencia ni por mis principios… lo hice porque había algo dentro de mí que no me dejaba avanzar. Algo que me carcomía desde hacía días. Lo miré una vez más, deseando perderme en sus brazos, pero no podía.
Enzo me observó con extrañeza. Pude notar el desconcierto en sus ojos. No entendía por qué lo estaba frenando.
—¿Pasa algo, pequeña? —preguntó con el ceño levemente fruncido—. ¿Hice algo que no te gustara?
—No se trata de eso, Enzo… —murmuré, bajando la mirada un instante—. Sólo que hay algo que necesito saber. Algo que ha estado dando vueltas en mi cabeza.
Él se irguió un poco más, cruzándose de brazos como si intentara prepararse para lo que fuera a escuchar.
—Bueno, bueno, ahora sí que te pusiste misteriosa, cariño. Habla ya.
—Estaba viendo la lista de pendientes en tu despacho… y encontré por casualidad una carta oculta en tus libros de contabilidad.
Una sombra oscura cruzó por