La noche cayó sobre la mansión Davenport, trayendo consigo una oscuridad que las lámparas de cristal del comedor apenas lograban disipar.
La cena no era un evento social, era una extensión de la sala de juntas, una negociación disfrazada con cubiertos de plata y vino de cosecha antigua.
Thomas había invitado a tres de sus inversores más importantes: hombres de trajes caros y miradas depredadoras que habían construido sus fortunas sobre las ruinas de otros.
Y Chloe era el plato principal.
Sentada a la derecha de Thomas, Chloe desempeñaba su papel con una precisión mecánica. Sonreía en los momentos adecuados, reía suavemente de chistes que no tenían gracia y permitía que la mano de Thomas descansara sobre la suya sobre el mantel, exhibiendo el diamante como una marca de calidad.
—Es una adquisición exquisita, Thomas —comentó el señor Sterling, un hombre de negocios con una mirada que a Chloe le daba mala espina. Sobre todo cuando sus ojos recorrieron el escote de su vestido con una l