En cuanto Brendan abrió su boca para decir algo, los ojos de Chloe se ampliaron y se apresuró en cubrirla con su palma, dándole una advertencia silenciosa con la mirada. Brendan sonrió aumentando los nervios y el malestar de Chloe.
«¿Cómo puede ser tan infantil?» —Al armario —ordenó en un susurro. Le dió un empujón a Brendan y señaló las puertas abiertas, como si estuviera dándole una órden a un cachorro. Brendan la miró con una ceja alzada. Chloe percibió una sombra moviéndose del otro lado de la puerta. —¿Chloe? —Thomas volvió a llamar, aumentando sus nervios. Algo le decía que él ya sabía que ella estaba despierta así que no tuvo otra opción más que confirmarlo. —Ya voy —avisó, empujando a Brendan hacia el armario—. Ni una sola palabra, Brendan —le advirtió en un murmullo antes de cerrar ambas puertas, pidiéndole a Dios que le hiciera caso y se mantuviera en silencio. Respiró profundamente antes de abrir la puerta, fingiendo que nada estaba ocurriendo. —Lo siento, estaba secándome el cabello y no te escuché —se excusó y la mentira abandonó su boca con demasiada naturalidad. Thomas deslizó su mirada discretamente por la sutil apertura de la bata en el escote de Chloe, antes de aclarar su garganta. —Lamento interrumpir. En realidad, es algo tarde ya, debería… Intentó marcharse pero Chloe sujetó su muñeca, deteniéndolo. No porque quisiera que se quedara, sino porque no quería hacer nada que afectara el ambiente entre ambos. —No te preocupes, no me molestas —aseguró ella con voz suave, dejando una sutil caricia sobre la muñeca de Thomas. Su manera de hablar, el tono de su voz, sus gestos, todo eran tácticas para persuadirlo con elegancia y discreción, atrapandolo lentamente entre sus redes. Y parecía funcionar. —Pensé que estarías durmiendo ya —mencionó ella, invitándolo a continuar la conversación. —Tenía unos asuntos de último minuto que resolver, cosas del trabajo —no le dió importancia—. ¿Te molesta si paso un momento? La respuesta que gritó su mente fué clara y firme, pero de su boca salió todo lo contrario. —Por supuesto —se hizo a un lado, dejándolo pasar. Por inercia, su mirada se desvió momentáneamente a las puertas cerradas del armario. «Por favor, Dios, que no haga ruido» imploró en sus adentros, sabiendo que si Thomas la descubría se vería acorralada. —Estaba… pensando en tí. La confesión hizo que Chloe alzara sus cejas. —¿Si? —Sí —respondió él, acercándose a ella—. Y recordé algo. Sacó del bolsillo de su pantalón formal un bote exactamente igual al que Brendan le había entregado hace tan solo unos minutos. Se lo tendió y ella lo tomó fingiendo que no sabía lo qué era. —Estaba pensando en tu presentación de ésta noche y creí que podrían servirte. Son buenas para la garganta, traídas de Suiza —explicó. «Definitivamente son padre e hijo… que mal» pensó Chloe, sin poder evitar sentirse decepcionada en cierto punto, aún sin saber exactamente por qué. —Qué detalle —mencionó ella, sonriendo agradecida—. Gracias, Thomas. —No hay por qué. Entonces… no te molestaré más, entiendo que debes estar cansada —habló mientras se disponía a salir, cuando de repente su mirada dió con el pequeño bote que descansaba sobre la cama. Chloe siguió la mirada de Thomas en esa dirección y todos sus sentidos se pusieron en alerta. La sonrisa en su rostro vaciló. Olvidó que las había arrojado sobre la cama. —¿Qué es eso, Chloe? —preguntó Thomas volviéndose hacia ella con una calma que a la joven le resultó inquietante. Sabía que podía tratarse sólo de una máscara ocultando su lado calculador. Podía estar intentando descifrar si ella estaba ocultando algo, así que Chloe se esforzó en mantener la calma. —Me atrapaste —admitió con una sonrisa—. Cuando tengo una presentación suelo tomar algo para la garganta antes de ir a dormir. El mayordomo me ofreció esas —mintió—. Tu gesto me pareció muy atento y no quise arruinarlo. Sus palabras sonaron genuinas y, contra todo pronóstico, Thomas pareció creerlo. Su expresión se suavizó. —Entiendo —asintió—. Buenas noches, Chloe. Avanzó hacia la puerta y, por un breve instante, Chloe dejó de respirar al ver cómo Thomas dirigía su mirada hacia la luz filtrándose bajo las puertas del armario. Volvió a respirar cuando él al fin estuvo fuera de la habitación. —Buenas noches —se despidió ella, antes de cerrar la puerta. Descansó su frente sobre la madera, cerrando los ojos un momento, mientras se aseguraba que Thomas estuviera alejándose. Cuando se volvió hacia el armario un susto repentino la hizo llevarse la mano al pecho al encontrarse a Brendan de brazos cruzados frente a ella. Rápidamente, ocultó lo que Thomas le había dado. —Me asustaste —lo acusó sintiendo los latidos de su corazón regresar a un ritmo normal. Brendan inclinó su rostro ligeramente a un lado, mirándola como si intentara descifrar un enigma. Eso la inquietó. —Deja de mirarme así y vete antes de que alguien te descubra y se malinterprete —tiró de la mano de Brendan llevándolo fuera de la habitación—. Adiós —cerró y esa vez puso el pestillo. «Malditos hombres Davenport» Chloe se dejó caer en la cama y frotó su rostro con cansancio. La situación la había dejado agotada. Miró el bote que Thomas le había dado y luego tomó el de Brendan. Sin pensarlo dos veces, tiró el primero al cesto. Observó el segundo bote y terminó por conservarlo. Se tumbó en la cama, pensando en que a partir de ese momento, tendría que ser aún más cautelosa en cada paso que diera dentro de esa casa. Por otro lado, Thomas aún se encontraba pensativo por lo que Chloe le había dicho. Parecía cierto, no tenía por qué mentir, pero algo hizo que terminara llamando a una de las mujeres del servicio. —¿Señor? —Quiero que le preguntes al mayordomo si mi invitada le pidió algo para el dolor de garganta. —En seguida.