Thomas observaba la escena desde el marco de la puerta, tenía una postura serena y las manos en los bolsillos de su pantalón, incluso su tono había sido casual, pero tras aquella aparente calma se escondían pensamientos calculadores a los que rara vez se les escapaba un detalle.
Y Brendan lo sabía. Thomas Davenport tenía el mismo instinto calculador que un despiadado depredador. Como los demás empresarios que alcanzaron la cima enterrando secretos en el camino.
Poseía el instinto de un tiburón, atento al mínimo rastro de sangre que deje a la presa a su merced. Por eso, se enderezó con calma, manteniendo una postura impecable y casual, como si la presencia de su padre no ejerciera en él la más mínima presión.
Aunque no podía negar que aquel instante de cercanía con Chloe había dejado huellas latentes en su interior. Un eco persistente, como brasas escondidas bajo la ceniza, que ni su máscara de indiferencia lograba sofocar del todo.
—Hola, Thomas —Chloe fué la primera en romper el sile