75. Par de plagas
Alin jugaba concentrada en su habitación con algunas muñecas y cubos de colores. A pesar del desprecio y la frialdad de su padre, parecía más feliz y animada ahora que cuando vivía con su madre.
Luna asomó la cabeza por la puerta. La niña, al verla, sonrió de inmediato y corrió a recibirla con entusiasmo.
—¡Galletas! —exclamó emocionada al notar la bandeja en sus manos—. ¡Y con leche! ¡Me encantan!
—Pero antes, señorita... —Luna dejó la bandeja sobre la cama y se agachó a su altura—, necesito que hagas algo por mí. Es sencillo.
—¿Qué es? Puedo hacer lo que sea.
—Solo abre la boca —le dijo con dulzura—. Quiero revisar tus dientes. Las galletas tienen azúcar y dicen que puede dañarlos.
—Los míos están sanos —gruñó la niña—. No me duelen.
—Lo sé, pero igual quiero comprobarlo. Después te doy todas las galletas que quieras.
—¡Sí!
Sin dudarlo, Alin abrió la boca. Luna sacó un hisopo con rapidez, tomó una pequeña muestra de saliva y luego sonrió con suavidad.
—Listo, todo saludable ahí dent