73. Asesinos
Gina daba vueltas sin parar en su habitación, consumida por la desesperación. Otra de esas notas anónimas había llegado, y la obsesión de saber quién demonios estaba detrás de todo aquello la estaba volviendo loca.
Se sentó en el borde de la cama, con el papel en la mano, y finalmente se atrevió a abrirlo. Se decía a sí misma que no debía dejarse influenciar por gente malintencionada, pero la semilla de la duda llevaba mucho tiempo plantada en su mente.
Esta vez, la nota no insinuaba que su esposo la engañaba con una mujer más joven. En su lugar, había una dirección, nada más. Sin embargo, lo que le pareció aún más extraño era que conocía ese lugar a la perfección: era el apartamento que Elian le había regalado a Saphira.
¿Qué podía significar eso? ¿Que su marido estaba allí en ese preciso momento? Seguramente para visitar a Alin...
No. Recordó de inmediato que la niña estaba viviendo con su padre. Entonces, ¿por qué Elian y Saphira se verían? Una parte de ella le gritaba que no debía