72. Somos tuyas
El silencio de Kaien durante todo el trayecto tenía a Medea inquieta. Iban rumbo al orfanato. Él se había ofrecido a acompañarla para investigar juntos el origen de Nayla.
—¿Estás enojado? —le preguntó con cautela—. Ya te expliqué por qué lo hice...
—No lo estoy —la interrumpió sin mirarla—. No tendría por qué estarlo.
—Entonces, ¿puedo saber por qué estás así? Me haces sentir que estás disgustado conmigo.
Kaien apretó con fuerza el volante y tardó en responder. Ella no podía entender lo que él sentía; estaba ilusionada con la posibilidad de que Nayla fuera su hija, y él no quería arrebatarle esa emoción.
—Solo estoy consternado, no te preocupes —dijo por fin—. Sabes que Nayla es como una hija para mí. Esto… no es fácil de asimilar.
—Pero ella seguirá siendo tuya...
—Sabes perfectamente a lo que me refiero, Medea.
Medea enmudeció al comprender lo que en realidad le dolía. Hasta ahora, solo había pensado en ella y en lo que significaba recuperar a su hija. No había considerado que, si