64. Me gustas, esposa
Kaien y Medea regresaron a casa por recomendación del doctor, al menos hasta recibir algún avance. A pesar de la ansiedad que la consumía, Medea obedeció. Se sentía extenuada, y seguramente Nayla ya estaría preguntando por ella.
Justo cuando cruzaron la puerta, la niña fue la primera en salir corriendo a su encuentro.
—¿Dónde estabas, mami? —preguntó con curiosidad—. ¿Por qué tienes la carita roja?
—Cielo, mamá no se siente bien ahora —Kaien la alzó en brazos con delicadeza—. Déjala que suba a descansar, ¿sí? Lo necesita.
La pequeña asintió con su cabecita. A Medea se le hizo un nudo en el pecho al recordar las crueles palabras de Elian asegurándole que su hija había nacido muerta. ¿Significaba eso que podía entregarle su corazón por completo a esta niña? ¿Y qué sucedería cuando por fin se divorciara de Kaien?
Antes de que la tormenta emocional la sobrepasara, Medea subió a su habitación y se encerró. Todo se le había acumulado, y dolía demasiado.
Recibió una llamada de su padre, qui