50. Propuesta de matrimonio

Kaien se duchaba en su baño mientras el vapor lo envolvía todo. Su cuerpo estaba ahí, pero su mente en otro lugar: en Medea. ¿Por qué no había podido dejar de pensar en ella? Desde aquel beso, su curiosidad —o más bien, ese deseo que en el fondo sentía por ella como mujer— se había encendido como una cerilla.

Golpeó la pared cuando sus músculos se tensaron, y su mano, firme y decidida, se movió con rapidez sobre aquella base gruesa hasta hacerlo alcanzar el clímax. Era una locura que, en un momento así, se estuviera dando placer pensando en ella… en la que pronto sería su esposa temporal.

Consternado por el efecto que ella estaba teniendo en él, Kaien salió del baño con una toalla en la cintura y otra secando su cabello. Se detuvo en seco y frunció el ceño al ver que Mirka estaba parada en la puerta de su habitación, nerviosa y estática.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Eh… yo… —sus ojos bajaron al torso desnudo de Kaien, pero enseguida volvió a mirarlo a los ojos—. Traje toallas limpias
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