5. Accidente intencional

Una vez lista, gracias a la ayuda de Rogelio, Medea salió de la habitación apoyándose en su bastón. Le resultaba difícil caminar por el dolor persistente entre sus piernas, pero lo disimuló lo mejor que pudo. Esa pequeña chispa de resentimiento seguía encendida, oculta tras un rostro sereno.

—¡Mami! —La voz de su hija la sorprendió al bajar las escaleras. De inmediato se tensó.

Su corazón comenzó a latir con mucha fuerza. El miedo volvió a instalarse. Temía que Alin no fuera su hija. Temía aquellos resultados.

—¿Mami? —La niña tiró de su vestido, intentando llamar su atención—. ¿Estás bien?

—¿Qué haces ahí parada? Toma asiento —ordenó Elian desde la mesa.

—Estoy bien, cielo —respondió por fin, forzando una sonrisa—. Hace días que no venías a visitarme. ¿Todo bien en la escuela?

—¡Sí! Lo siento, mami. Prometo irte a ver más seguido de ahora en adelante, ¿sí? ¿Estás enojada?

—Claro que no —dijo, acariciando torpemente su cabeza—. Vamos a sentarnos.

Los tres se acomodaron en la mesa, apa
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