47. Acepto el trato
Medea abrió los ojos de par en par y se incorporó en la cama, empapada en sudor. Se llevó una mano al rostro, segura de que lo tenía rojo, ardiente. ¿Eso había sido un sueño… o realmente sucedió?
—Señora —Rogelio llamó a la puerta—. ¿Puedo pasar?
—Adelante —respondió mientras se acomodaba el cabello y se masajeaba las mejillas ruborizadas.
—Buenos días —la saludó al entrar—. ¿Cómo se siente?
—Fatal. Todo me da vueltas...
—Anoche se embriagó —la interrumpió el anciano—. Tomó demasiado y ahora tiene resaca.
—Entonces, anoche...
—Fue al hotel Palmar para reunirse con el señor Kaien —le recordó—. Él tuvo que sacarla cargada porque se desmayó por el alcohol.
—¿Qué? —quiso morir de vergüenza—. Trágame, tierra. Dime que es una broma.
—Claro que no, señora. No me diga que no lo recuerda...
Por supuesto que lo recordaba, pero esa última parte grabada en su memoria... prefería olvidarla. ¿En serio se besaron? Se tocó los labios con cuidado; aún podía sentir aquella textura su