30. Cuarta en discordia

El trayecto de regreso transcurría en un silencio denso. Elian miraba por la ventanilla con la mandíbula apretada, mientras Medea permanecía a su lado, erguida, perdida en sus pensamientos.

—¿Ese tipo te tocó? —preguntó de pronto. Su voz rezumaba celos—. ¿Te dijo algo? ¿De qué hablaron?

—No entiendo por qué actuaste así, pero no me hizo nada —respondió ella, visiblemente molesta—. Fue respetuoso. ¿Por qué asumirías que me faltó al respeto? Apenas cruzamos palabra. Su cercanía fue más incómoda que otra cosa.

Mentía. En realidad, bailar con Kaien había sido... sorprendentemente cómodo. Aún sentía ese calor sutil en la piel del cuello, justo donde él la había rozado. Esa zona le picaba, como si el contacto hubiera dejado una huella. ¿Lo había hecho a propósito, solo para irritar a Elian? Probablemente.

—Creí haberlo visto hacer algo —murmuró su esposo—. La próxima vez será mejor que te quedes en casa.

—¿Y por qué haría eso? Tengo el mismo derecho que tú a asistir. Además, se supone que m
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