28. Felices los cuatro
Después de media hora de trayecto, el auto finalmente se detuvo frente a su destino. Elian, impecable en su porte, descendió primero y abrió la puerta para su esposa, tomando con delicadeza su mano enguantada.
—¿Estás nerviosa? —le susurró, rodeando su cintura con naturalidad—. No te apartes de mí.
—Estoy bien —respondió con serenidad—. No es la primera vez que asisto a un evento siendo ciega.
Elian esbozó una sonrisa orgullosa antes de guiarla hacia el Beau-Rivage Genève, un hotel cinco estrellas entre los más prestigiosos de Ginebra.
Apenas cruzaron el umbral, todas las miradas se posaron en ellos. En el salón, hombres y mujeres de la más alta sociedad conversaban con elegancia, sosteniendo copas de champagne exquisito mientras se mezclaban entre sí. Las miradas masculinas no tardaron en detenerse en la dama vestida de blanco, cuya belleza resplandecía con una gracia innegable. Aquello provocó en Elian una punzada agobiante de celos. Por nada del mundo pensaba dejarla sola esa noche