17. Vengativa y astuta
—Y eso fue todo lo que dijo, señora —concluyó Luna, luego de relatarle a Medea todo lo que Saphira había confesado.
Medea esbozó una leve sonrisa. El descaro de esos dos seguía sorprendiéndola. Tenerle un apartamento a su amante, probablemente pagado con su propio dinero, ya era demasiado. Y eso sin contar las joyas, vestidos y demás caprichos.
—Ah, y otra cosa —añadió Luna de pronto—. En uno de los cajones de su habitación encontré un anillo idéntico al suyo, señora.
—¿Qué? —Medea frunció el ceño, alerta—. ¿Mi anillo de bodas?
—Sí. Estoy completamente segura. Lo vi de cerca, lo revisé y es igual al suyo.
Un nudo se le formó en la garganta. Cada día descubría algo nuevo que la golpeaba más fuerte que el anterior. ¿Elian le había dado a Saphira un anillo igual al suyo? ¿El mismo que representaba su matrimonio? Aquello le daba directo en el orgullo. No podía creerlo.
Cuando se casó con Elian, lo hizo enamorada, convencida de que sería para siempre. Que formarían una familia feliz. Aquel