12. Perdiendo poder

El personal estaba alineado en el salón, desde el jardinero hasta la encargada de la lavandería. Todos se miraban entre sí, desconcertados, sin entender qué ocurría. Rogelio permanecía al lado de Medea tras cumplir su orden, mientras Elian y su amante observaban la escena con nerviosismo y expectación.

—Están todos reunidos aquí por una razón justa y precisa —anunció Medea, alzando la voz—. Quiero informarles que están despedidos. Ninguno volverá a trabajar en mi mansión a partir de ahora.

Un murmullo de sorpresa se extendió por cada rincón.

—¿Por qué nos hace esto? ¡Necesitamos este empleo! —exclamó una voz entre la multitud—. ¿Acaso hicimos algo mal?

—Sí, lo hicieron. Cuando caí por las escaleras, estaba al borde de la muerte. Pude haber muerto y, en lugar de ayudarme, se quedaron mirando, esperando que ocurriera. ¿Me equivoco? Si no fuera por Rogelio, que llegó justo a tiempo, hoy estaría muerta —declaró con dureza.

—¡Medea, eso es una exageración! —protestó Elian—. ¿Cómo puedes
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