11. Niña rebelde
—¿Mamá? —Alin tiró suavemente del vestido de su madre, quien seguía con la mirada fija en Medea y su padre, frustrada por no poder escuchar lo que conversaban. Lamentaba haber confiado en aquella sirvienta para espiar—. ¿Qué haces?
—Estoy ocupada —respondió sin mirarla—. Vuelve a tu...
Se interrumpió al voltear y ver a su hija. Una nueva idea cruzó su mente.
—¿Estás mirando a esa mujer? —preguntó la niña frunciendo el ceño—. ¿Por qué está bien? Dijiste que iba a morir, y que después seríamos felices.
—Así debía ser, cariño, pero algo salió mal —Saphira se inclinó a su altura—. No te preocupes, llegará el momento en que ella desaparezca y solo quedemos nosotros tres.
—¡Sí! Pero... ¿Papá no se enojó?
—No, tranquila. Tu papá no dijo nada. No tienes por qué preocuparte.
Alin sonrió, conforme.
—Ahora necesito que me hagas un favor —le dijo su madre, colocándole ambas manos sobre los hombros—. Tu abuelo está en la mansión. Ve a saludarlo.
—¿En serio? ¿Cuándo llegó?
—Hace