Cuando Roberto Montes se recuperó lo suficiente, Norman decidió visitarlo en el hospital.
La atmósfera era tensa, cargada de una mezcla de esperanza y temor.
Al entrar en la habitación, sus miradas se encontraron, y en ese instante, el silencio se volvió abrumador.
—¿Lo sabes? —preguntó Roberto, su voz temblando ligeramente, como si cada palabra le costara un esfuerzo monumental.
Norman asintió, sintiendo un nudo en la garganta.
—Lo siento mucho. Augusta no fue la mejor persona que conocí, pero… nunca le deseé esto.
Las palabras de Roberto resonaron en la mente de Norman, y aunque sabía que su madre había causado un sufrimiento inmenso, también entendía que Roberto no era culpable.
Él también había sido una víctima, atrapado en la red de manipulación de una mujer cruel que les había hecho pasar un verdadero infierno.
A Roberto le había hecho creer que había perdido un hijo, mientras que a Norman le había ocultado la verdad sobre su verdadero padre, arruinando y manipulando su vida en u