Paula abrió los ojos con dificultad. Miró a esos hombres tendidos en la arena.
Se estremeció de miedo, y escuchó esa voz de nuevo, entonces la reconoció, por fin supo quién era.
Era Norman Uresti.
—Estás a salvo —dijo con voz grave y firme.
Paula no tuvo tiempo de reaccionar.
Él la cargó entre sus brazos, y la llevó consigo, dejando atrás esa escena horrible que antes parecía tragarla.
Paula se sentía débil, mareada, solo cerró los ojos.
***
No recordaba cuánto tiempo pasó hasta que volvió a abrir los ojos. Esta vez estaba recostada en una cama amplia, con sábanas suaves y limpias.
No recordaba en donde estaba, era una habitación tranquila, pero no de un hospital.
El murmullo de voces masculinas y el tintinear de instrumentos la sacaron de su breve calma.
Intentó incorporarse, pero una mano fuerte y cálida la detuvo.
—No te levantes todavía —la voz de Norman no admitía discusión
—Debe hacerse un ultrasonido urgente. Después veremos cómo va el embarazo.
El doctor, que hasta ese moment