El silencio en el salón se rompió de golpe cuando en la pantalla comenzó a reproducirse aquel video maldito.
La imagen era clara, nítida, sin posibilidad de negación.
Allí estaba Alicia, desenmascarada, convertida en la viva imagen de una intrigante mujerzuela capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quería.
El salón de fiesta entera contuvo la respiración; algunos se llevaron las manos a la boca, otros no pudieron evitar las miradas de repulsión.
El rostro de Alicia palideció de inmediato. Su cuerpo entero comenzó a temblar, como si el suelo estuviera cediendo bajo sus pies.
—¡Es falso! —gritó con la voz quebrada—. ¡Apáguenlo, por favor, apáguenlo!
Pero nadie obedeció. La voz de Paula se alzó con fuerza, cortante como un cuchillo.
—¿Falso? —repitió con ironía, para luego soltar una risa breve y cruel—. Esto es verdadero… ¿O me equivoco, Claudio?
Todas las miradas se giraron hacia él. Claudio, con la frente perlada de sudor, miró el video y luego a Alicia con horror.
Felicia