Capítulo: No me abandones.
Paula tenía la dirección anotada con la tinta corrida por las prisas.
Las maletas en el asiento del copiloto pesaban más por lo que contenían que por la tela: efectivo, envuelto en sobres, billetes que olían a transacción urgente y a miedo.
Cada paso de la noche la empujaba hacia adelante, pero su respiración se le encogía con cada kilómetro.
No era natural ir sin compañía cuando la oscuridad se cerraba así; sin embargo, había elegido fingir soledad.
Era una decisión pensada, fría. Norman sabía.
Él conocía cada uno de los recovecos de su plan: la ruta, el punto de encuentro, el cambio de carril que nadie notaría.
Norman llegaría después, encubierto tras la sombra de la ciudad, con el GPS activado y la radio del coche sincronizada para seguir sus movimientos sin exponerse.
Ella lo miró, los ojos hinchados de llanto, y dejó escapar un sollozo que le partió el alma.
—¡Ayúdame! —pidió con la voz rota—. Sé que dije que odiaba a Javier, que lo maldije con la rabia del abandono… pero él no