Al día siguiente
Paula recibió la llamada que había estado esperando con ansiedad durante semanas.
—Tengo el testamento original, Paula —dijo la voz firme de su abogada al otro lado de la línea—. Ya podemos pasar a leerlo con el notario.
El corazón de Paula dio un salto.
Sintió un alivio inmenso recorrerle el cuerpo, como si de pronto el mundo le diera una pequeña tregua después de tanto sufrimiento y lucha.
Una sonrisa se dibujó en sus labios, pero no era una sonrisa ligera, era la de alguien que sabe que una guerra está por empezar y que finalmente llegó la hora de enfrentarla.
—¡Maravilloso! —respondió, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba de emoción—. ¿Cuándo será la cita?
—Hoy mismo —replicó la abogada—. En dos horas. Todos estarán presentes. Prepárese.
El aire pareció detenerse en la habitación.
Paula soltó un largo suspiro y apoyó la frente contra la palma de su mano.
Sabía perfectamente lo que eso significaba: enfrentarse a su padre, enfrentar el pasado, los s